Baltasar Pardo de Figueroa

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pazos
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Baltasar Pardo de Figueroa

Mensaje por pazos »

Hay muchos que aún consideran que la América Española ha sido una colonia. Un grandísimo error que sólo pone en evidencia la falta de información de quien lo sostiene. Ricardo Levenne ha escrito una joyita llamada “Las Indias no eran Colonia”, demostrándolo desde el punto de vista histórico y jurídico. Una de las consecuencias de ello fue que sólo en América encontramos españoles. En la península Ibérica podemos encontrar gallegos, vascos, andaluces, castellanos...Pero sólo en América la fusión fue tan colosal que aquí surgió la verdadera raza española. ¿Qué los indios americanos desvirtuaron la mezcla y el producto? ¿Qué los africanos produjeron algo diferente que no puede llamarse español? Si, quizás el criollo pueda ser un nuevo modelo regional, tal como lo fue el ibero tras la invasión celta, si es que existió tal invasión, o el mestizaje con fenicios, griegos, cartagineses, latinos, suevos, alanos, vándalos, godos, árabes, beréberes, sefarditas...de mayor o menor intensidad según de que región estemos hablando. Lo que es evidente es que ni la homogeneidad ni la pureza étnica fue la regla, para desesperación de quienes sostienen teorías heredadas de algún mesiánico de la primera mitad del siglo pasado (cuesta acostumbrarse, pero por siglo pasado me refiero al XX, y sí, ese señor tenía bigotito.) Obviamente, lo racial, lo étnico, fue superado por lo espiritual, y ese espíritu de la baja Edad Media peninsular se trasladó a América con sus andaluces, con sus vascos, con sus castellanos. Aragoneses menos, aunque los hubo, porque la corona de los Reynos de Indias perteneció a Castilla, no a Aragón, mas comprometida con el mar Mediterráneo que con la Mar Océano. Condicionante geográfica, que le dicen.

Esos andaluces, castellanos, vascos... trajeron a los Reynos de Indias sus sangres diversas y sus culturas diversas, y su espíritu abierto a la diversidad les permitió aceptar a aquellos que fueran diferentes para integrarlos en su complejo mosaico, y entonces sí, crear un nuevo tipo humano, pero con la impronta de su particular sello común, que Sánchez Albornoz bien podría haber llamado el Espíritu del Alud de Covadonga, que no sería un simple Océano capaz de detener. Y que fue lo que permitió que en pocos años España dominase un continente. Nada menos.

Siempre aclaramos que ese alud, ese tren que rodaba de norte a sur, lógicamente primero levantó pasajeros andaluces en su última estación europea, para transportarlos a América. Y que el resto llegó mas tarde. Esto fue norma, pero no regla inquebrantable.

¿Quiénes eran? Marineros ante todo, necesidad imperiosa para navegar hacia estas tierras. Militares, para dominar los imperios amerindios, y a otros díscolos empecinados que no aceptaban alegremente cambiar sus ancestrales caciques por reyes ignotos y lejanos. Sacerdotes, porque ese proverbial espíritu abierto a la diversidad no incluía precisamente a la diversidad religiosa. Pobladores, agricultores, pastores, artesanos, gentes de oficio para satisfacer las necesidades de las nuevas poblaciones, aunque el sueño americano de aquellos tiempos mas se inclinaba a convertir en señores a quienes no lo eran, y mas vale, las tareas manuales dejarlas dispuestas para sus nuevos vasallos. Administradores y gobernantes para dirigir las actividades de estos nuevos reynos, imponer justicia y representar a esos lejanos monarcas.

Primero llegaron los andaluces y extremeños, y luego...Y no faltaron los gallegos. Ya lo vengo demostrando en otros escritos. Veamos a este nuevo señor:

Baltasar Pardo de Figueroa nació en Galicia en el seno de una familia de noble alcurnia. Sus padres fueron don Arles Pardo de Figueroa, dos veces gobernador militar de esta provincia, y doña María de Lupidana. Sobre su ilustre linaje, informa Luis Varela Orbegoso en Apuntes para la Historia Colonial y el general Mendiburu en su Diccionario.

Desde los 18 años sirvió en la marina real y en 1637, habiendo pasado a recorrer las costas de Francia a las órdenes del general Lope de Hozes, rindió un navío artillado incorporándolo a la flota española. Varios hechos similares le acreditaron, pasando al Perú con el virrey don Pedro de Toledo y Leiva, marqués de Mancera, quién lo nombró gobernador del Tu*****án en 1642, en reemplazo del general don Gil de Oscaríz Beaumont y Navarra. De su gestión, apunta Lozano que dio mucho fomento para que misioneros jesuitas volviesen a entrar a entender en la conversión de los calchaquíes. En 1644 le llegó sucesor para la gobernación –don Gutierre de Acosta y padilla- por lo que pasó a desempeñar de justicia mayor y corregidor de Canta. En 1670 recibió el nombramiento de general de la Mar del Sur y de las armas del Perú. Contrajo matrimonio con doña Juana de Sotomayor Manrique de Lara, dejando numerosa descendencia de actuación notable en Perú. En 1652 aún vivía en ese país.

El Tu*****án fue la provincia interior ubicada entre el Plata y el Alto Perú y se corresponde con el actual nor-oeste argentino. Su nombre deriva de Tucmán, cacique de la región, que mantuvo a raya a los conquistadores.

Fuente: Diccionario Biográfico Colonial Argentino, de Enrique Udaondo.

marcelo pazos

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